1966-capitulo-5
Episodio 5 – Preferiría estar muerta.
♡♡♡♡♡
Las luces de colores estaban por todas partes y había una bulliciosa actividad por todas partes. El sonido de risas alegres, el olor a comida deliciosa hizo que me rugiera el estómago. “¿Cuándo fue la última vez que tomé un bocado de sopa fina con verduras medio podridas mezcladas con arena? Ya no me arrepiento de nada en este mundo. Pero me gustaría haberme saciado una vez más”.
La cadena de mi collar pesa y mi cabeza gira naturalmente hacia abajo. Me agarran del pelo y me obligan a mirar hacia arriba.
– Oye. Te dije que dieras la cara al cliente.
Miró vagamente hacia delante y veo a varios hombres y mujeres disfrazados.
Un hombre me frunce el ceño y escupe al suelo. Algunas mujeres desvían la mirada. Pero nadie señaló ni levantó la mano hacia mí. Miré a mi izquierda y a mi derecha y nadie estaba conectado a las estacas. Ya veo. Vuelvo a ser la única que queda. El hombre que me sujeta el pelo murmura detrás de mí.
– Jefe. Estás perdiendo el tiempo. Nadie estaría tan loco como para comprar a esta niña.
– Esperaba que una vez al año, en Acción de Gracias, alguno de ustedes aflojara el cinturón.
– Es suficiente. La usaré como cebo. Cerremos la tienda y vayamos al festival.
En ese momento, se acercó un hombre con un ambiente diferente al de los que le rodeaban. Tenía la cara roja y brillante, los ojos vidriosos y caminaba inestablemente. Naturalmente, me puse rígida. Podría ser el tipo de persona que nos diría cosas terribles, se burlaría de nosotros y nos tiraría basura para distraernos de la pena.
– Hola. Ella está en venta. No te acerques a mí si no tienes dinero.
El hombre que me sujetaba el pelo me suelta y da un paso adelante.
– Ah, ¿sí? No tienes dinero. ¿Qué coño estás mirando?
– Borracho. No tienes ni para una puta copa.
– ¿Cuánto cuesta…?
– Tres monedas de oro. Mira, no puedes pagarme. Ha sido rebajado, es todo un descuento.
– La compro.
– ¿Comprar?
– He dicho que la voy a comprar.
En un santiamén me quitaron las cadenas y me entregaron a un hombre con cara de desinterés. El hombre me agarró del brazo y siguió caminando, quisiera o no.
– Aunque Todos se burlen de mí… Lo haré. *
Mi corazón, que hacía tiempo que había perdido toda esperanza, se ennegreció de desesperación.
Un esclavo es una cosa. Sus dueños pueden desgarrarlos miembro a miembro o mutilarlos por todas partes, pero no se les acusa de ningún delito. Miro el perfil del hombre. Tiene el ceño fruncido, las comisuras de los labios hacia abajo y parece estar de mal humor. Se adentra en un parque a las afueras de la ciudad y se detiene en una hondonada junto a las murallas.
– Ah, tengo mucho sueño.
El hombre se toca los hombros, se quita la capa, se la pone y se tumba en la hondonada. En cuanto cerró los ojos, empezó a roncar ligeramente. Estaba dormido. Era tarde y el viento arreciaba. Mi cuerpo estaba frío y sólo me cubrían los harapos. La cara del hombre que duerme con la boca entreabierta no parece tan horrible como antes.
Al agacharme, me protejo un poco del viento, pero sigo teniendo frío. Al acercarme al hombre, siento el calor de su cuerpo. Me acurruco y me acerco a su lado. Los ronquidos cesaron, alzó la vista y el hombre se volvió medio tuerto. Inmediatamente, me cubre con su capa. Me quedo paralizada por la sorpresa, y entonces empiezo a oír de nuevo los ronquidos. Con ese sonido como canción de cuna, yo también me dormí.
***
Han pasado siete días desde que conocí al Amo Harris, quien me compró. No habla mucho y no sé lo que piensa. Pero es un hombre muy amable. Me cura y no me pega ni me azota. Y me alimenta bien.
Aquel día que me dio el muslo de pollo en lugar de comérselo, estaba muy rico. Podría haberme muerto ya sin eso. Aparte de eso, el Amo no come sólo, cuando está en el campo come galletas crujientes, carne seca dura y salada, pero la comparte conmigo, y una vez incluso se subió a un árbol para coger una manzana para mí.
Compartiría, o la mayoría de las veces, no comería mucho él mismo, sino que sólo me lo daría a mí. A veces bebía de un pequeño recipiente sin comer. No hasta el punto de la embriaguez, pero sí un poco para una mirada vidriosa. Sólo entonces me siento algo incómoda, como si me pusieran un precio.
Estaba subiendo la colina cuando oí una voz extraña detrás de mí. Tres monstruos de aspecto feo venían hacia nosotros. En sus manos llevaban espadas relucientes. Me trajeron malos recuerdos. Cuando aún era pequeña, mi padre murió a causa de las heridas que sufrió mientras nos defendía de los monstruos. Ahora, gracias al Amo, se ha desvanecido mucho, pero la cicatriz de aquella vez en mi mejilla…
El Amo, que era más delgado que papá, me tiró de la mano y empezó a correr. Corro todo lo que puedo, pero el monstruo viene siempre detrás de mí. La voz de una maldición que he oído repetidas veces resuena en mi cabeza.
– No habría muerto si le hubiera dado una hija lisiada.
“Hay que salvar al Amo, él fue tan amable conmigo”. Ya que pienso que moriría de todos modos. Tengo que recompensarlo como es debido, pero parece que eso tampoco va a ocurrir”.
– Si no lo hago, nos alcanzarán. Por favor, déjeme.
“Rápido, rápido. Esa espada me cortará. El Amo no se deja intimidar por mi fuerza”. Con un suave golpecito en mi mano suplicante, el Amo se pone delante del monstruo. Me tiemblan las rodillas y alzó la vista para ver al monstruo blandiendo su espada. Cierro los ojos con fuerza.